miércoles, 30 de marzo de 2011

Identidad y confluencia

¿Quién soy? ¿Cuál es mi identidad? Mis recuerdos llevan a un grupo de jóvenes que respetaban, y de qué manera, a  un gordito que apenas hablaba o exponía comentario alguno; todo lo observaba, pero siempre sin excepción, conseguía las máximas calificaciones en los exámenes. En voleibol era impresentable, en fútbol ni de árbitro, en salto “a piola” ni qué decir, pero cuando necesitábamos información… él siempre sabía la respuesta. En aquella época yo era delegado de la clase, presidente de la Asociación de Amigos de Domingo Sabio… un elemento con influencias. Tocaba la sirena del cole, abría la cancela de entrada, pero ni de broma se me ocurría faltarle el respeto a mi compañero empollón.

Respetaba y respeto el talento, el conocimiento, las capacidades superiores de quienes las tenían y las tienen. Hoy un chaval gordito y con capacidades superiores es machacado por sus compañeros, no es más que un empollón, fofo y pelota. Respetábamos a nuestros profesores por sus conocimientos, no por la marca de coche que condujesen. Fomentamos el éxito, no el desarrollo personal: El desgraciado ignorante que ha conseguido hacer unos millones de euros a base de especular con información privilegiada en cuestiones inmobiliarias es el héroe, el modelo a seguir. Estamos pagando un precio, un precio muy alto.

Nos quieren hacer entender que los que más tienen deben tener más, porque así todos tendremos más. Los alemanes están a la cabeza de esta forma de pensar (por qué será). Mientras tanto los que menos tienen deben pagar más (así tendrán menos) y, a esto, le llamamos “ser más competitivos”. Pero esto solo se aplica a la posesión material, no a la adquisición de cultura y conocimientos.

Nos machacan con encuestas (pagadas por ellos), nos cuentan lo buenos que son con nosotros (sin consultar qué consideramos “bueno”), prohíben, prohíben y prohíben con el único objetivo de recaudar –siempre de los bolsillos que menos tienen.

Recuerdo cuando éramos el segundo país en expectativas de vida en el mundo -por lo visto eso no era suficiente, debemos ser más sanos-, recuerdo cuando respetábamos el conocimiento y la cultura en los seres humanos –ahora respetamos que estén en forma (muy delgados y estilizados)-, recuerdo cuando éramos andaluces; pecábamos de permisivos, de tomar la vida según venía, de ser felices sin necesidad de buscar la tal felicidad, de adorar a los niños creativos –fuesen hiperactivos o no-, de no dar importancia a las cosas que no la tenían…

Recuerdo cuando en España había dos partidos políticos claramente diferenciados, dos formas bien diferenciadas de entender la sociedad. Un recuerdo muy lejano, hoy tenemos derecha (europea, o sea alemana) y extrema derecha (europea, o sea alemana). Se me olvidó qué es ser andaluz. Ahora soy un alemán muy raro.

El “Cisne negro”, qué libro tan interesante. Con la cantidad de supercerebritos que hay en el gobierno, nadie vio la que se nos venía encima. Si somos medio yanquis medio alemanes, cómo no nos dimos cuenta (ellos tampoco). Que le pregunten a Japón qué es un Cisne Negro…

Reivindico mi derecho a ser andaluz, a vivir por vivir, a gozar por gozar, a salir del paso con la única ayuda de mi propio intelecto y mis amigos, a ser consciente de que mientras los especuladores tengan la más mínima posibilidad de sacarme un euro me lo van a sacar, a saber que mi gobierno va a seguir haciéndole el juego a estos especuladores –de esta manera ellos seguirán trincando.

                                       El cronopit@ irredento

No hay comentarios:

Publicar un comentario